11 noviembre 2010

Matías Cousiño en febrero

Matías Cousiño

Te puedo decir que soy una calle pequeña, una callejuela no muy larga, pero si muy concurrida. La gente no para de circular: están los que trabajan en mis oficinas o en sus departamentos no sé, aveces no hay diferencia. Los que entran y salen del banco se mezclan con las camionetas de los suplementeros que preparan los diarios para repartirlos en el turno de la tarde y los fanáticos de las carreras buscando encontrar su suerte apostando en el Teletrack. Están los que van en busca de algún artículo de la librería o un trámite en la notaría siempre tentados por vendedores ambulantes con viejos cachibaches y novedades en una de sus veredas. Hay algunos que son indiferentes se toman un helado en la gelateria de la esquina o un café en la cafetería pero ni se preocupan de mi, solo soy una referencia: para llegar al metro que está cruzando la calle en el pasaje que es una contnuación mía, para ver la galería que hay más allá, la iglesia cercana o alguna calle principal del centro de Santiago. Mejor me quedo con esos transeúntes que - aún en medio de sus preocupaciones - me quedan mirando más tiempo, atrapados en la vitrina de la tienda de antigüedades, ya sea porque venían por un regalo en especial o quizás, la casualidad dejó sus pupilas quietas en un objeto que les llamó la atención y como saben que volverán se van sonriendo, sin darse cuenta que lo hacen junto conmigo que los observo silencioso.
Aveces me pongo a pensar que hay miles de calles que han perdido su historia vistiéndose de modernidad para no ser olvidadas, otras como yo, aún buscamos atraer a sus visitantes con un eco del pasado en nuestros rincones. Si fuera una tarde de invierno, me reconocerías porque siempre hay una fila casi interminable de motos esperando a sus dueños ocupando toda la cuadra, pero es febrero y la gente que deambula habitualmente por aqui está lejos, de vacaciones buscando el sol en las playas el esperado descanso para recuperarse del año. Mientras tanto yo me quedo solo con ese mismo sol, pero con cara de ciudad que comienza a esconderse y termina acompañando mi vieja arquitectura. 
Si alguna vez deseas encontrarme, mi nombre es Matías Cousiño.
 
 
Escrito por: Pau, La voz de una Gata
  Imagen: Tomada con mi celu Sony w580i
guardada en mi Flickr y hoy compartida aqui ^^

Sin ronroneos

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