17 noviembre 2008

La luna, la Gata y El

La luna, la Gata y El | La voz de una Gata





Ese verano había sido muy caluroso, bastaba que se abriera la puerta para que una bocanada caliente se apoderara del lugar que le gustaba reposar a una gata, dejándola sin respiro, sin ánimo de seguir ahí. Entonces comenzaban sus andanzas callejeras. Desde que dio sus primeros maullidos le encantaba buscar una casa con techo alto para sentarse a observar las puestas de luna, sentía que su rayo de luz iluminaba sus pasos en la oscuridad y la cuidaba. Una noche al pasar por una de las ventanas, desde del interior se dibujó una silueta, un hombre la miró con ternura, en vez de salir corriendo como lo haría con cualquier persona no supo despegarse de sus ojos, como si su profundo mar por fin avistara tierra prometida, luego reaccionó y siguió su camino. No pudo olvidarlo.

Comenzó a descansar en un techo cercano. Ella se dio cuenta que él hacía lo mismo sentado en una silla y al darse cuenta, tuvo la extraña sensación que además de prestar atención a la luna, la veía a ella también y eso le atrajo más. Fue entonces cuando se decidió a saltar al balcón de él notando que en una de las esquinas que él le había dejado un plato de leche tibia y algo de comida. Sus sospechas eran ciertas, él ahora velaba por ella y esperaba que un día ella se detuviera en su ventana, ya que los trocitos crujientes que tanto le gustaban, él los echaba desde una bolsa con una imagen felina parecida a ella en la tapa.

Desde entonces él la aguardaba y cada vez que llegaba a su lado, ella se deslizaba entre sus piernas y le ronroneaba, al mismo tiempo él la acariciaba cariñosamente. Continuó haciendo lo mismo, ella dejaba que él la tomara en brazos la regaloneara, la entrara a la habitación y con la ventana entreabierta se sentaba con ella en su regazo a disfrutar la noche haciéndose compañía.

Los días pasaron, la luna notó que la gata estaba distinta, ya no se preocupaba de ella, sólo de él. Ésta le contó que se había enamorado de aquel ser humano, no entendía por qué, pero ya no podía dejar de visitarlo y pensar en él a cada instante, su sentimiento era profundo y eso la tenía un poco melancólica, sabiendo que no podría consumar su amor como su corazón lo deseaba.

La luna que sabía de la situación porque los veía juntos cada tarde, le concedió secretamente un mágico deseo. La gatita llegó hasta su tejado y saltó al balcón como siempre, pero al poner las patas vio con sorpresa que se había convertido en una mujer, ya no era aquel animalito pequeño y peludo, ronroneante y maullador. No salía de su asombro, no desperdició la oportunidad y esta vez fue ella quien se quedó quieta esperando que él apareciera. Cuando él se disponía a ver la luna con su habitual compañera vio a una mujer desnuda, hermosa y seductora. Bastó un instante para quedar prendido, enamorado de tal beldad. Al verla a los ojos sintió que esa mirada le parecía familiar, le recordaba su gata y aunque le pareció extraño lo sedujo más. Ella lo llamaba con su mirada, él tuvo un deseo incontenible, se acercó la abrazó fuerte y besó tiernamente, fue tan ardiente que quiso hacerla suya y se lo insinuó al oído, ella asintió. Entonces la tomó en brazos y la dejó suavemente sobre la cama, se quitó la ropa y se acostó junto a ella. Se amaron con locura, uno sobre otro, un constante vaivén de besos y caricias por doquier, la intensidad subía y justo en el clímax, ella le grito con toda su alma: ¡te amo! mientras desde el cielo, la luna llena resplandecía como nunca y las estrellas sonreían. Fue tanta la pasión entregada que quedaron exhaustos y se durmieron acurrucados y felices. La luna había cumplido su sueño, la gata se entregó en brazos de su hombre al amor por primera vez, en un cuerpo de mujer inocente.

A la mañana siguiente cuando él despertó ella ya no estaba y la gata, que según él no había llegado esa noche dormía en la punta de la cama, no entendía nada. Cuando él se levantó, ella le ronroneó, le movió suavemente su cola, lo miró fijamente, se desperezó y siguió durmiendo plácidamente. En aquel momento, al ver el brillo en sus ojos, él comprendió que ella había encontrado el modo de estar juntos, suspirando recordó aún ardoroso, aquella mujer que le había dado la noche más inolvidable de su vida. Él no pudo dejar que se fuera de su lado, porque ahora amaba a su gata que se había hecho mujer por amor a él y la gatita no lo abandonaría jamás, seguiría amando por el resto de su días aquel hombre porque ya sabía que ahora su amor era mutuo, se pertenecían.

Desde ese día ambos siguieron observando la luna, pero no con los mismos ojos, porque esta vez sería él quien la miraría ansioso, esperando la fantástica posibilidad que ésta cuando estuviera llena, le concediera otra noche y volviera a estar nuevamente junto a los brazos de su amada gata-mujer.










Imagen: una fusión de dos imagenes de google.
Escrito por: Pau la voz de una Gata



1 maulló:

Unknown dijo...

Con este relato participé en los Perezosos Golden Blog para mi es especial, ya que fue la primera vez que me animé a escribir un cuento corto ^_^

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