23 marzo 2011

La noche de la gran luna

luna austral en su perigeo

Con los cambios clímáticos que estamos teniendo, las estaciones intermedias se pasan de largo. Si miro algunos años atrás, el frío que comienzaba en las tardes de Verano se intensificaba en los meses venideros anticipando el Invierno y solo quedaba ese paso de tonos verdes a tonos cafe y tierra, ya que el frescor del viento calaba mucho más cuando la soledad, que en ciertos momentos es necesaria, aveces se tornaba insoportable. La naturaleza necesita cambiar para renovarse y en ese proceso, aprendemos a valorar esos cambios que también se ven reflejados en nuestra propia vida cuando vamos creciendo y madurando.
Qué distinto ha sido vivir estos intervalos y como mejoraron las cosas de un modo que jamás imaginé. En este año y un poco más que llevo caminando en pareja, he ido redescubriedo y maravillándome con lo que me rodea, es reconocer que por mucho tiempo fui una flor marchita, pero entre lágrimas fui curando mis heridas y pude crear raíces nuevas que se alimentan del amor que siento hoy y cada día.
El cambio de estación  ya se observa en el color de las hojas de los árboles que lentamente irán cayendo y con ellas esa sensación tan rica que se produce al pisarlas con suavidad, ojalá en grandes cantidades, para que ese crujente sonido tan particular nos anuncie que el Otoño ha llegado. Pero este año además, se anticipó la tradicional fecha del calendario con un equinoccio otoñal que nos regaló una luna en su perigeo, un 14% más grande y un 30% más brillante. Cada persona vivió esa experiencia de un modo distinto, ya sea porque le gusta esta época del año o bien porque le encanta observar la luna. Como felina que me considero,  ya es genial quedarse un momento a su lado, pero esa noche lo fue más.
El sábado 19 de marzo la vimos con mi mamá en la calle, desde donde acostumbra alumbrar mis noches frente a mi casa o cerca de la cordillera inmersa en la ciudad. Pero también estábamos con mi Goffys en la calle tomados de la mano ya sea para sacar unas cuántas fotos o bien abrazados para ronronear con sus encantos. En ese momento tan lleno de dulzura, mis latidos eran se intensificaron y sentí mi corazón tan grande como a quien contemplábamos. Esa noche la gran luna no sólo nos vio felices porque la observábamos, ella también sonrió con nuestro amor.

Escrito por: Pau, La voz de una Gata
Imagen: Con mi cámara Canon A470

Sin ronroneos

El balcón de mis ojos de Gata© 2008-2011

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